domingo, 28 de febrero de 2010


Lo que aterra de los terremotos

Pocos lo creían hasta que tuvimos un terremoto nocturno en agosto de 2007. El cielo, en muchas zonas afectadas por el movimiento de tierra, se iluminó como azotado por sendas auroras boreales. Aquella vez, extrañamente me tocó padecer un terremoto en el mismo sitio por tercera vez en mi vida. En la urbanización San Roque de Surco me cogió el terremoto del año 1970: descansaba una soleada tarde de domingo cuando vino el acabose. Varias paredes y harto vidrio se vinieron abajo y la desolación cundió. Luego mamá aletargó nuestros miedos con agua de azar.

En 1974, el segundo y potente sismo me agarró en el mercado de la referida urbanización surcana.Dejé todo lo que había estado comprando y partí la carrera hacia mi casa, pero en el trayecto las ondas telúricas me frenaron. La pista parecía una alfombra que alguien se esmeraba en sacudir. Simultáneamente iba viendo como las paredes y cerco de los terrenos sin construir colapsaban, dejando una estela de polvo y desolación. Mientras tanto el camino a casa se hacía interminable. Lo único que recuerdo es que me junté con mi familia, aterrado y con mi bolso de mercado vacío.

Y en agosto de 2007, cuando la rabia de la naturaleza se la agarró con Pisco, Chincha, Ica y Lima me encontraba, otra vez, en San Roque. Era ya de noche cuando, literalmente, se me movió el piso. Me volvió a coger en los alrededores del mercado principal de la urbanización. Pero esta vez fue más impactante y por momentos apocalíptico. Unas extrañas luces y fogonazos comenzaron a percibirse en el cielo. La luz de los postes de alumbrado público tintineaba. Esos destellos de luz provocaron más de un grito aterrador y la sensación más cercana que el final se aproximaba.

Los potentes destellos emergían desde el sur-oeste, justo desde la dirección de la base aérea de Las Palmas. Por ello varios creyeron que se trataba de cortos circuitos producidos en dicha instalación militar. Conforme ha ido pasando el tiempo, los científicos se han animado a explicar éste fenómeno que también, el pasado sábado, impresionó a muchos chilenos que atinaron a buscar en el cielo una explicación a tanta furia en la Tierra. El centro y el sur del vecino país han sido estremecidos por un devastador sismo de 9 grados en la escala de Richter, cuyas consecuencias recién se están valorando.







A continuación, instantes precisos del terremoto de agosto de 2007 en Pisco. La filmación fue realizada por un heroico fotografo que se encontraba en su negocio con una filmadora encendida y decidió dejarlo todo y salir a cubrir las incidencias y ayudar a sus vecinos. Muchos de ellos murieron y otros fueron rescatados por éste heroe que ha querido permanecer en el anonimato desde aquella fatídica fecha.





Y en Chile sucedió esto:

miércoles, 24 de febrero de 2010


DE TETAS Y ENGAÑOS


Quienes ha tenido la oportunidad de ver completa la famosa película peruana “la teta asustada”, que repentinamente lanzara a la fama a Claudia Llosa y Magaly Solier, de hecho han terminado con un sabor desagradable al finalizar de ver la llamada “obra cumbre del cine nacional”. La cinta, tan auspiciada y propagandizada, es un cúmulo de situaciones que rayan en lo grotesco y de mal gusto. Y en ésta crítica no hay un sentimiento de desprecio a esta producción o asomo de racismo, sino es puro análisis descarnado, desnudo de poses nacionalistas y huachafas que últimamente inundan nuestro espectro mediático y mantiene entretenido al común de la gente.



Pero a la vez uno se pregunta, conforme se va desencantando con el transcurrir del bodrio, cómo los europeos y los llamados especialistas y críticos de cine han podido ver un logro cinematográfico en algo que carece de méritos por donde se le mire. No hay logro actoral que pueda destacarse, así se haya querido economizar al máximo, tampoco hay continuidad y flexibilidad en las imágenes y se recurre al opaco recurso setentero de documentales de cuarta al hacer un plano mudo y oscuro entre escena y escena.


Si se quiere enfocar el film desde el lado sociológico tampoco tiene una explicación valedera ni justificación y menos realismo. No se puede hacer ficción con un hecho tan grotesco e irreal al pretender hacer creer que por un trauma de violencia y agresión sexual, una mujer decide introducirse un tubérculo en la vagina hasta que se pudra y ponga en riesgo su vida. No tiene sentido. Y cada una de las situaciones que se reflejan para componer la trama de la película es más sórdida de la que la antecede.

Otra historia es el devenir de la fama adquirida por la Solier, a quien nadie quita su encantadora ternura y su impresionante valentía para enfrentar la fama impuesta por el destino. Su belleza nativa y exótica, que seguramente encandiló a los europeos del Berlinale, no nos impide apreciar con ojo crítico la puesta en cuestión.


Un fiasco que nos duele porque muestra un cine que los peruanos no merecemos. Y ahora que postula para un Òscar, enfrentándose a películas de calibre y bien logradas, sus posibilidades inevitablemente son escasas. Aunque nuestros corazones hinchen por que gane, debemos ser realistas y desengañarnos despojándonos de esa venda mediática que nos han impuesto desde hace casi un año, presentándonos un producto falso por lo pésimamente logrado.


Hoy, César Hildebrandt tampoco ha tenido miramientos para despanzurrar esa falsa bola de nieve que pretendió por meses mantener cohesionado al país, pintándonos una película “de bandera” que no reúne siquiera los méritos de un documental de un principiante que invierte sus tres mil soles para mostrar en el ecran la fiesta de su pueblo.


PD. No se le ocurra preparar su canchita para espectar ésta mal llamada “producción nacional” porque no podrán digerirla.

Domingo de teta y sustos

La Primera
24 de febrero de 2010
Por César Hildebrandt

Hace unos días hice lo que había aplazado durante largos meses: ver “La teta asustada”, la película peruana más exitosa y reconocida de todos los tiempos, una obra que, sin ninguna duda, debe tener méritos y excelencias que este columnista, por alguna razón entre las que no se encuentra la cicatería, no pudo (o no supo) encontrar.

Como alguna vez he confesado, soy un viejo cinéfilo que ha pasado grandes momentos de su vida viendo películas de todos los estilos, todos los géneros, todos los directores y todas las calañas.

Me había resistido a ver “La teta asustada” porque temía que no me gustara (“Madeinusa” me había parecido un buen intento fallido) y porque, si así sucedía, tendría que escribirlo y no callarme como hacen tantos a la hora de mirar la dirección de los vientos.

Y al no callarme –pensé- tendría que enfrentar el callejón oscuro de los adocenados y los nacionalistas del culo que están viendo “antipatriotas” hasta en la sopa (en la sopa de Acurio por ejemplo, que es, como se sabe, sagrada).

De modo, que compré “La teta asustada” en una versión formal –soy de los que jamás compra piratería: no soy un “peruano cabal”- y la vi. Quiero decir, la vimos.

Cuando aparecieron los créditos finales no sabía a qué espectáculo había asistido: ¿era sólo una mala película o era el resumen más brioso de la huachafería vagamente progre y de exportación, esa que PromPerú podría auspiciar junto a algunas ruinas sobreestimadas?

Vamos a ver. Los actores de “La teta asustada” no son buenos y al no ser buenos no sostienen una historia hiperbólica que hubiera requerido un registro realista que compensara tanto exceso. ¡Y es que el realismo incluye también lo actoral y eso es algo que el cine sudamericano, con algunas excepciones, no logra entender!

La fotografía de “La teta asustada” combina las postales distantes, los planos abiertos de un observador frío, con algunos primeros planos voluntaristamente dramáticos y sin sentido y con encuadres gaudianos, retorcidos y amputadores. ¿Fue un aporte al cubismo que hubiese brazos cortados, contraplanos a media caña, manitas sin antebrazos, codos sueltos?

La película es un tour para catalanes y berlineses perversones en torno a un país trágico que Claudia Llosa se ha empeñado en hacer cómico (y, claro, así, en clave de humor negro y de sal gruesa, elude rozar siquiera el origen de todo: la raíz social no de la papa sino de la injusticia y la escisión social).

Como comedia varias veces involuntaria, “La teta asustada” es prodigiosa. Que un ginecólogo le diga al tío que recomendará “otro anticonceptivo” a la niña que tiene una papa en la vagina –dando por hecho que el tubérculo cumple esa función- es como para sonreír.

Que una ricachona tenga su palacete junto a un mercado del Perú profundo –realidades encarnizadamente enemigas separadas apenas por una puerta eléctrica-, ¿es una manera de ahorrar platós, agudizar las contradicciones o hacer una caricatura abreviada y en pocos metros cuadrados del Perú?

Que esa misma señora le diga a la protagonista que tome asiento cuando ésta ya está sentada, no es una distracción de vieja pituca: es la enésima tontería de un dialoguista empeñado en construir personajes oligofrénicos.

La señorita Llosa es una militante del realismo mágico, pero tiene un problema: no es García Márquez; es, más bien, la secretaria visual de Isabel Allende.

De allí, de ese almacén ingenuo de realismo mágico en versión “Coquito” salen, en desfile continuo, el barco que va a cruzar un túnel más estrecho que su diámetro y su altura, la poda con tijerita de uñas de la papa intravaginal, la venta de ataúdes con escudos futbolísticos para hinchas del más allá, el hecho de que la señorita Solier se desmaye y sea intervenida en un quirófano mientras mantiene en una mano crispada un puñado de perlas, los matrimonios masivos sin alcalde, la santa conservación inodora de un cadáver de varios días, el rostro aceradamente inmóvil y casi enyesado de la señorita Solier en su papel de víctima de la teta, la transformación repentina e inconvincente de la señora pianista luego de su concierto.

Todo folclórico y apretado, todo hecho para arrancar exclamaciones de risas, horror y condescendencia entre europeos culposos, oenegistas con mucho millaje y amantes del exotismo.

Y casi todos los personajes de la película exhiben una estupidez cacasena -¿de origen viral, hereditario, antropológico?-, como aquella novia que, teniendo un vestido con una cola de varios metros, está descontenta porque quiere más tela para más cola y que termina, como idiota mayúscula, subiendo al podio inverosímil que Claudia Llosa le ha puesto, no por los peldaños “majestuosos” de aquel armatoste de cartón sino por una escalera de albañil desde la que está a punto de caer.

“La teta asustada” no es una mala película porque retrate con saña de turista pronazi las miserias y pellejerías de la pobreza urbana de Lima ni aluda, con enorme timidez, a las fechorías que sufrieron nuestros campesinos de manos de terroristas y militares. Es mala porque cinematográficamente es un desastre.

La historia no te la crees –no porque sea irreal sino porque está mal contada-, los actores recitan muchas veces frases sin sentido, la señorita Solier canta cuando no debe –es decir, admitámoslo: casi siempre- y hay empalmes que no se explican, lentitudes que nada aportan, destellos visuales –la señorita Solier con una flor en la boca, el despegue de un artilugio impulsado por helio- que terminan por desbaratar la poca lógica interna que le quedaba a la ficción.

El Perú cambió el mundo con el aporte de la papa ancestral. Esta papa intravaginal y casi hidropónica, física y simbólicamente inmunda, no cambiará la historia del cine.

Sé a lo que me expongo con estas líneas. La verdad es que importa un ardite. Peor hubiese sido sumarme al coro extasiado y patriótico de los que creen que el honor nacional está en juego en la ceremonia del Oscar.

Ni conozco ni envidio ni siento nada por la señorita Llosa. Es más, espero que gane el Oscar y que lo disfrute. Pero eso no me impide decir lo que pienso. Tampoco le temo a sus primos fulminantes ni a sus tíos mitológicos ni a sus vínculos especiales con el agitprop ibérico.

Me alegra que haya tenido la suerte de contar con tantas anuencias internacionales y con tantos píos silencios domésticos. Pero de allí a decir que “La teta asustada” es una “gran película”, como la tetudez colectiva ha impuesto aquí y con letras de neón, hay tanta distancia como la que va de la alfombra roja del teatro Kodak a la posteridad de veras bien ganada.

lunes, 22 de febrero de 2010


La misa se tocará en el cielo


PARTIDA. Ariel Ramírez
El Comercio

EL COMPOSITOR DE “MISA CRIOLLA” Y “ALFONSINA Y EL MAR” FALLECIÓ TRAS UNA LARGA ENFERMEDAD. SU LEGADO MUSICAL ES TAN IMPRESIONANTE COMO SU HISTORIA

Sábado 20 de Febrero del 2010

BUENOS AIRES [AGENCIAS]. El pianista y compositor Ariel Ramírez, autor de la célebre “Misa criolla” y uno de los mayores representantes del folclor argentino, falleció el jueves pasado por la noche a causa de una neumonía, según confirmaron familiares a la agencia de noticias DYN. Tenía 88 años.

Ramírez había sido internado hace una semana en una clínica de la localidad bonaerense de Montegrande, al sur de Buenos Aires, donde finalmente murió por una neumonía que se agravó con una complicación renal, indicó el viernes la agencia privada de noticias DYN, a quien confirmaron el deceso allegados a la familia del músico.

“Misa criolla” (1964), su obra emblemática interpretada en 40 idiomas, reflejó la música folclórica de distintas regiones de Argentina.

Presentada en salas como el teatro Colón de Buenos Aires o el Lincoln Center de Nueva York, la obra adquirió su mayor popularidad cuando el pianista fue acompañado en las interpretaciones por la célebre Mercedes Sosa, fallecida en octubre pasado. Ramírez fue el creador además de “Mujeres argentinas”, “Alfonsina y el mar”, “La tristecita” y “Navidad nuestra”, entre otras obras emblemáticas.

Su amplio repertorio de canciones también ha sido interpretado por afamados artistas como Montserrat Caballé, José Carreras, Plácido Domingo, Lucho Gatica, Benny Goodman, Raphael y Franco Simone.

Desde joven, Ramírez buscó acercarse a las manifestaciones de instrumentistas y cantores populares de Argentina, pero fue tras un encuentro revelador con el cantautor Atahualpa Yupanqui cuando se lanzó, en 1941, a un viaje por el noroeste del país para nutrirse de las expresiones artísticas de esa región.

Dos años más tarde debutó como pianista en Buenos Aires, con repertorio de música folclórica sudamericana. En 1946, el sello RCA Víctor editó su primer disco, con lo que inició una relación de diez años con esta casa discográfica, con la que grabaría 21 álbumes dobles. En 1950 realizó su primer viaje a Europa. Vivió primero en Roma y luego en Madrid durante cuatro años, interpretando folclor argentino y sudamericano en salas de conciertos del Viejo Continente.

En 1951 fue becado en Madrid por el Instituto de Cultura Hispánica para realizar estudios sobre la música de tradición oral española. Regresó a América y en 1954 se instaló en Lima. Un año más tarde se mudó a Argentina con el objetivo de crear la Compañía de Folclor Ariel Ramírez, con la que recorrería escenarios del interior del país y de todo el mundo durante más de dos décadas. Después la historia es conocida. Descanse, maestro.

"Acércate Cholito" un tema que compuso hace años (mediados del 1992), y que fue acallado por la dictadura fujimorista. Aquí en exclusiva, en la voz de la grande "Negra" Sosa.

martes, 16 de febrero de 2010


Matar a la madre

La Primera
Por César Hildebrandt

“El amor es bueno, pero el dinero es mejor”, ha dicho Elizabeth Espino Vásquez, asesina de su madre, Elizabeth Vásquez Marín.


No sólo se trataba del seguro de vida por 100,000 dólares, que la esperaba a la vuelta del crimen, sino del disfrute de un patrimonio creciente que ella había decidido rematar apenas pudiera.


Hipócritas, algunos fabricantes de editoriales llaman “horror” al crimen de la Espino, “espantosas” a las circunstancias que lo rodearon, “escalofriante” a la confesión de la matricida.


Pero hace muchos años que la señorita Espino construyó, para ella y para sus coetáneos de generación, un paradigma perverso de sociedad y de mundo: aquel en el que la ética está desterrada, la generosidad resulta aburrida, la decencia es una incomodidad y el amor puede ser una frase bien dicha “un 14 de febrero”.


Tuvimos a Sendero, la guerrilla más salvaje y radical de América latina. La tuvimos porque la merecíamos y porque a un país anacrónico tenía que infectarlo una guerrilla anacrónica.


Para combatir a Sendero, entonces, construimos a Fujimori, cabecilla de uno de los regímenes más infames del continente. Es decir, combatimos el crimen con el crimen, el maoísmo mutante con los Colina.


De todo eso bebió la señorita Espino. Pero eso no sería lo peor.


Lo peor sería la impunidad, esa nube de asbesto que nos corrompe por dentro.


¿Un ladrón evidente podía regresar a la presidencia? Sí, podía. Tanto podía que hasta llegaría a trabajar junto a Mario Vargas Llosa en un proyecto altruista.


¿Un Fujimori reciclado podía obtener la amnesia de muchos y el voto de no pocos en las elecciones? Sí, podía.


¿Un alcalde y presidente regional ladrón y fascista podía evitar la cárcel y ampliar, al infinito, sus aspiraciones? Sí, podía. Podía y puede.


¿Y podía jurarse “por Dios y por la plata” y seguir asistiendo al Congreso? Claro que se podía.


¿Y podía, desde el municipio de Lima, robarse caudales públicos en sobrevaloraciones cuantiosas y seguir ostentando un índice de popularidad y aprobación estratosférico? Desde luego que sí.


¿Y podía un lobista con pasaporte americano hacer dinero negro desde el cargo de primer ministro al lado de un presidente que se había ido de putas e inhalado cocaína según un documento policial? Definitivamente, se podía.


¿No abundaba la dignidad en el Perú? No, no abundaba.


Y si todo se podía, ¿también se podía ser como Robinson González y no morir (civilmente) en el intento? Sin duda.


¿Y se podía ser como los Wolfenson, como los Winter, como el señor Crousillat, el que se moría del corazón y ahora se va a Buenos Aires a pegarse los tiros del crepúsculo? Se podía.


Y los que trabajaron con Umberto Jara en “Hora 20”, el inodoro del tardoFujimorismo, ¿podían luego reciclarse y aparecer en Canal 2 haciéndose los posmodernos y los machos cabríos sin memoria? Hombre, ponga usted Canal 2 a las 11 de la noche y ya verá.


¿Y se podía ser Lúcar y volver como líder de opinión? Sin lugar a dudas.


Y mientras eso sucedía, la televisión, que se había vuelto pupila de “Las Cucardas” y cobraba la felación a destajo, sólo sacaba cadáveres violentos, huérfanos de incendios, violaditas de arenal, desbarrancamientos multitudinarios.


De modo que la señorita Espino creció viendo la sangre de la Musiris, primero, y la sangre de la Fefer, después, y, en medio, la sangre de la mamá de la Llamoja, la sangre que los marcas dejaban en cada hazaña, para no hablar de la sangre memoriosa de Tarata, de las fosas comunes llenas de inocentes acribillados, del niño de 8 años asesinado en Barrios Altos.


Como marco de toda esa lección, como pedagogía general, digamos, vino después el “sálvese quien pueda” del liberalismo en dosis de truhán, el “vale todo” de la vieja cultura combi, el “arriba las manos” de los que “la hacen” rematando el país a quien pueda pagarlo (aboliendo todo concepto de Estado, de estrategia nacional, de industrialismo propio).


Y ahora vienen a decirnos qué horrible, oiga usted, alguien que mata a su madre por dinero.


No, hombre, nada de qué horrible. La señorita Espino hizo lo que el sistema de valores aconseja. Que su madre estuviera de por medio resulta una incómoda anécdota, es cierto, pero aquí el asunto es que vivimos en un país persuasivamente anético.


El Congreso, el Poder judicial, el Tribunal Constitucional, los partidos políticos: todo en el Perú parece estar pudriéndose y ser parte del problema.


El matricidio es, al final de cuentas, un hecho personal y diminuto frente al crimen de haber matado al Perú como identidad posible de todos.

domingo, 14 de febrero de 2010


La Historia del "Pero que Jai, Jaime pa´ Presidente"

Por Tongo
De La Habitación de Henry Spencer

sábado, 13 de febrero de 2010


Así "expropia" el dictador Hugo Chavez

Subido a la red por Juan Manuel del estudio creativo Garabato de México

El video del canal estatal Venezolana de Televisión muestra el modo en que se definen las cosas en el país caribeño. El caudillo bolivariano y la frase que usó para tomar el control de inmuebles del centro de la capital.

"¡Exprópiese!", es la frase casi grotesca que dispara Hugo Chávez Frías, ante la pregunta a sus seguidores -algunos de ellos funcionarios- sobre de quién era cada una de las casas a la que él, con su dedo, apuntaba.

"¡Exprópiese!", fue la palabra que volvió a lanzar, porque la propiedad había sido, en el siglo XIX de Simón Bolívar, estandarte y virtual excusa filosófica para sus atropellos al Estado de Derecho. El video muestra al caudillo caribeño en todo su triste esplendor. Un "iluminado" que dispone de la vida y de los bienes de los ciudadanos de un país que ya está fracturado de modo virtualmente irreversible

jueves, 11 de febrero de 2010


El Asesinato de Alberto Rivera y sus entornos



La muerte del locutor radial Alberto Rivera Fernández, ocurrida hace 6 años atrás conmocionó a la opinión pública por la espectacularidad de los hechos: Al igual que la folklórica Alicia Delgado, Rivera anunció su muerte días antes en un video recogido por un reportero del programa “La Ventana Indiscreta”. En él culpaba de su posible asesinato “a la mafia” del narcotráfico, mejor dicho, a sus miembros visibles que habrían sido denunciados por el comunicador pucallpino en reiteradas ocasiones. La discusión siempre se entretuvo entre sí Rivera llegó a nombrar como su posible asesino al entonces alcalde de Coronel Portillo, Luis Valdez Villacorta, o si la acusación contra éste  polémico hombre de negocios fue tramada por sus enemigos políticos.

Lo cierto es que los participantes directos del asesinato acusaron -en un primer momento- al alcalde Valdez Villacorta, pero luego, cuando pasó el tiempo y el juicio fue trasladado a Lima, todos se desdijeron y acusaron de haberlos inducido a mentir al medio hermano del periodista asesinado, quien por la fecha de los luctuosos sucesos postulaba al Congreso y movía intereses políticos en la zona.

Luego vendrían las serias acusaciones de vínculo con el narcotráfico contra el alcalde Luis Valdez que hundieron más su imagen y se volvió en un apestado mediático. Mientras tanto la figura de Alberto Rivera, que fungía de periodista frente a los micrófonos en una radio de Pucallpa, fue asumida como un ícono por todos los gremios periodísticos, incluso, por las asociaciones de propietarios de medios las que desataron sostenidas campañas buscando que el sistema judicial sancione a los asesinos de Rivera Fernández.

Y así sucedió hace unos días. La sala que veía el caso impuso fuertes penas de carcelería a los autores directos e intelectuales del asesinato que nos ocupa. Pero absolvió al ex alcalde de Pucallpa por falta de pruebas incriminatorias. Y el escándalo nuevamente se desató.

Lo que indigna y causa desazón en el caso del asesinato de Alberto Rivera es que, a todas luces, fue asesinado por increpar al alcalde Valdez Villacorta por los kilos de clorhidrato de cocaína hallados en el puerto del Callao y que la policía antidroga está casi segura que le perteneció al anciano burgomaestre.

Al grabar un video en abril de 2004 en donde acusaba directamente al alcalde provincial de Coronel Portillo de estar vinculado con el narcotráfico, Alberto Rivera habría cavado su propia tumba. No pasaron más de 24 horas cuando fue asesinado en su negocio de un certero balazo en el pecho. Antes Alberto Rivera había denunciado actividades de tala y comercio ilegal de madera, vinculando no pocas veces al burgomaestre Valdez.

Más que nada, su programa radial se caracterizaba por atacar, muchas veces irresponsablemente, a personas, simplemente por su opción sexual o por no compartir sus proyectos, utilizando un lenguaje procaz que avergonzaría al más ranqueado. Pero sus desméritos y poca ética para asumir las veces de comunicador social son cosa común en las radios de provincia, tampoco es motivo para acallar al infractor con amenazas o atentados directos contra su vida. Para ello existe la vía judicial, con contundente jurisprudencia reciente.

Por su parte, la defensa de Luis Valdez, no ha escatimado esfuerzos para sustraerlo del proceso. A parte de sostener una campaña judicial, ha implementado una página web llamada “unas dudas razonables” que pretende desbaratar toda acusación contra Valdez Villacorta. No todos sus argumentos son jalados de los cabellos. Existen muchos hechos concretos que la mayoría de medios se han esmerado en no ventilar.

Para el conductor de la estrategia jurídica, el controvertido Dr. César Nakazaki, la campaña de los medios de comunicación por hallar justicia en el crimen del comunicador obedece a puros intereses económicos. “hemos logrado demostrar que la distorsión informativa que han generado estos medios que lideran el Consejo de la Prensa Peruana obedece a la necesidad de recibir el millonario financiamiento externo que brinda la Knight Foundation a través de la Sociedad Interamericana de Prensa, con el Proyecto contra la Impunidad. Para ellos Valdez ha sido un chivo expiatorio”, afirma Nakazaki.


MAS:
La Carencia de imparcialidad en medios ligados al Consejo de la Prensa Peruana, según defensa de Luis Valdez Villacorta
 
Las confesiones del probado autor intelectual del crimen de Alberto Rivera

domingo, 7 de febrero de 2010


Drogas libres

Perú 21
Dom. 07 feb '10 
Autor: Pedro Salinas

“Los novelistas van siempre un paso adelante de la realidad”, dijo el periodista y escritor argentino, recientemente fallecido, Tomás Eloy Martínez, en su póstumo artículo publicado en El País, de España. Se refería a la percepción de cada vez más escritores respecto de cómo el fenómeno del narcotráfico se viene infiltrando en todos los aspectos de la vida. “Expandida como un virus, la cultura narco pone y derriba gobiernos, compra y vende conciencias, se toma la vida de las familias y ahora la vida de las naciones. La cultura narco es la cultura del nuevo milenio”, escribió.

Para Tomás Eloy Martínez, “cada día se hace más evidente que la guerra no es la solución al problema y que la única vía posible es enfrentarlo desde la raíz, es decir, desde la despenalización del consumo”.
En la misma línea, y dos semanas antes, Mario Vargas Llosa –también en El País– dedicó su columna Piedra de toque a comentar la experiencia de México y cómo la arrolladora criminalidad asociada al narcotráfico se está convirtiendo en “la mayor amenaza para la democracia en América Latina, más aún que el populismo autoritario de Hugo Chávez y sus satélites”. Para Vargas Llosa, la solución para enfrentar a esta lacra pasa por la descriminalización del consumo de drogas, mediante un acuerdo de países consumidores y países productores.

Levantando el mismo estandarte, en su ideario libertario publicado hace una semana en este diario, el posible candidato Jaime Bayly, esgrimió que, “el consumo de drogas, de todas las drogas, debería ser libre y legal si de adultos se trata, y que las drogas deberían venderse en las farmacias del mismo modo que se venden licores en las licorerías, cigarrillos en las bodegas o latas de cafeína líquida en las gasolineras”.

Como Eloy Martínez, Vargas Llosa, Bayly y otros, el arriba firmante opina lo mismo. Que la política del garrote y la zanahoria (sustitución y erradicación de cultivos) no ha funcionado. Que la guerra antidrogas está generando más daño que el mismo abuso de los narcóticos. Que la violencia, la corrupción, la distorsión de las economías, las violaciones a los derechos humanos, las depredaciones ambientales y el daño infligido a la democracia, están resultando peores que el remedio y la misma enfermedad, y todo ello como consecuencia de las costosísimas e ineficientes políticas de interdicción impuestas por los norteamericanos, que son las que han dado lugar a la gestación de mafias, carteles y crimen organizado.

Sin embargo, hay que decirlo, cualquier iniciativa unilateral para legalizar las drogas será inviable hasta que Estados Unidos se convenza del ostentoso fracaso de su política represiva, como ocurrió cuando se abolió la prohibición al alcohol en 1933.

No obstante, ello es cuestión de tiempo. Tarde o temprano primará el sentido común. Como dice Ethan A. Nadelmann, un estudioso del tema: “Esta guerra tiene un costo aproximado de 40 mil millones de dólares por año –una suma de dinero bastante considerable, aun para Estados Unidos– (…) El régimen global de prohibición de drogas que se desarrolló a lo largo del siglo pasado está podrido desde su núcleo”.

Y que conste que no se trata de alentar el consumo, como puede interpretar algún despistado, sino de controlarlo mejor, como dijo Tomás Eloy Martínez, invirtiendo en campañas preventivas de salud pública. Con la legalización o despenalización, que quede claro, lo que se busca es desbaratarle el negocio a los Capone de este siglo. Así las cosas, de aplicarse una liberalización como la que comentamos, en unos años dejaríamos de hablar del VRAE, porque ya no sería un problema.

No sé qué dirán sobre el tópico los postulantes a la Presidencia del Perú en la próxima campaña, pero espero que digan algo. Por eso, hace bien Jaime Bayly, fracturando convencionalismos, en introducir un tema que los políticos, acostumbrados al silencio aborregado y a practicar el arte de callar, no afrontan porque prefieren jugar a los dados, mirar al techo y navegar con vela de cojudos, que es lo que suelen hacer los zoquetes. Así ganarán elecciones, quizás, pero jamás, jamás resolverán los problemas de fondo del país. Pues eso.

viernes, 5 de febrero de 2010


Chile: ¿Por qué nos espía?

En la siguiente entrevista al consultor chileno en temas de Defensa, Daniel Prieto Vial, afloran varias respuestas que, tanto en Chile como en el Perú, los políticos se esmeran en soslayar, cuando no ocultar.


Interdicción Aérea: Los trágicos errores en el combate a un flagelo


El gobierno estadounidense acaba de desclasificar el video íntegro, grabado por aviones espías de la CIA, de un operativo de interdicción de una avioneta que transportaba a una familia de misioneros norteamericanos y su piloto por la selva amazónica. En esa trágica secuela de errores,un avión modelo Tucano de la FAP se apresuró en ametrallar la nave con la que habían intentado establecer comunicación utilizando un canal radial equivocado.Verónica Bowers, y su bebe adoptada de 7 meses de nacida murieron atravezadas por una bala de alto calibre, mientras que su esposo Jim,su hijo varón y el piloto resultaron gravemente heridos y pudieron contar la tropelía sangrienta.


Luego de casi 10 años de sucedido los hechos, una comisión senatorial de EE.UU busca sancionar a unos quince integrantes de la Central de Inteligencia Americana (CIA) que permitieron, pese a tener casi la convicción de estar cometiendo un grave error, que los pilotos peruanos derribaran el hidroavión que transportaba a los pastores americanos de una ciudad brasileña a la zona oriental del Perú.


El dialogo entre los pilotos peruano y los agentes de la CIA, que monitoriaban vía satélite la operación, son reveladores y, más dramática aun, es la comunicación final que sostiene el piloto de la aeronave atacada con la torre de control del aeropuerto de Iquitos, cerca a donde se aprestaba a acuatizar. Este grave incidente es una muestra de los graves errores que han podido cometerse, por más de 5 años, en el combate del tráfico aereo de drogas en la zona oriental del país. Se conoce que entre 1995 y el 2001, año en que se produjeron los trágicos sucesos, fueron derribadas 15 avionetas que supuestamente trasladaban drogas hacia Colombia.


Desnudando al Bayly


Bayly y la corrupción

La Primera
Por César Hildebrandt

Jaime Bayly ha llegado a tener seis puntos de intención de voto en Lima.

Su “nicho”, su público, su respaldo light –y quizá mudable- está entre los jóvenes de 18 a 30 años de los niveles sociales A y B.

No parece ser esta encuesta de la Universidad Católica motivo suficiente para que el baylismo limeño haga la fiesta que está haciendo.

Pasar del 6 por ciento capitalino y acomodado a ganar una elección nacional se presenta como una larga marcha. Pero lo que es indiscutible es que Bayly ha obtenido, en un mes de provocaciones ingeniosas, lo que a otros les cuesta años y lo que otros pierden en unos pocos meses.

La fragua de Bayly, políticamente hablando, es su bien ganado narcisismo. Es un escritor torrencial y muchas veces talentoso, un comediante triunfal, un comunicador nato, un neurótico indiscreto y perverso que es capaz de anunciar pesares ficticios y hablar como un notario helado de su propia, inminente y fantasiosa muerte.

Bayly ha llegado a amarse tanto que si pudiera desdoblarse del todo se casaría consigo mismo.

Es también socialmente inimputable y ha logrado, gracias a su simpatía, que se le perdone todo. Las barbaridades que ha escrito, su admisión pública de que “no tiene puta idea de para qué quiere ser presidente”, su prochilenismo fervoroso que lo empuja a plantear la virtual desaparición de las Fuerzas Armadas peruanas, sus oscuras escaramuzas con aquel amante argentino llamado Martín, su degradante persecución en contra de Diego Bertie –supuesta y ocasional pareja precoz del ahora candidato-, toda esa montaña de desatinos habría sepultado las ambiciones de cualquier mortal común y corriente.

Pero Bayly parece tocado por un dios pagano que lo aurolea de teflón y agüita santa, un ángel de la guarda que no lo desampara ni de noche ni de día (sobre todo de noche).

Pero si las locas ambiciones –locas pero legítimas- de este ego omnívoro explican parte de su candidatura, lo cierto, lo dolorosamente cierto, es que Bayly no estaría en la lid electoral si la clase política peruana hubiese hecho una mínima parte de sus tareas.

Es la ruina de la política peruana y el desastre de la educación aquello que explica, en el fondo, el fenómeno Bayly.

Si los partidos son siglas, vientres putos de alquiler, aglomeraciones sin ideas claras, o maquinarias enormes donde las elecciones internas se manipulan y envilecen –tal es el caso del Apra-, ¿qué pueden pensar los desafectos más jóvenes? Pues que un revulsivo esperpéntico nos puede caer bien. Bayly es un astuto fruto del desánimo de muchísimos jóvenes, de su asco por la política, de su rechazo a la farsa. Que quienes rechazan la farsa apuesten por Bayly parece una ironía autoinfligida. Y que su nicho electoral esté en las clases altas da una idea de que, en materia de valores, el desastre educacional del Perú va de la cima a la sima.

Si gente como García, Kouri, Castañeda -y muchos otros más- demuestran a diario que en el Perú la ética está demás y que valores como la honradez, el cumplimiento de la palabra empeñada, la prolijidad en el manejo del dinero público, han dejado de existir, ¿con qué vigas sostenemos la ilusión de país y de nación y de propósitos comunes?

Esto es una escombrera. De este Haití ético que es el Perú de hoy, puede salir cualquier ocurrencia, la más tesonera extravagancia, el capricho más ridículo.

Pero la escombrera también tiene una causa. Y esa causa es lo que podríamos llamar la actual hegemonía de la corrupción.

La corrupción es vieja en el Perú. Pero quien mejor la organizó, quien la convirtió en institución intersectorial y en manual de magisterio fue Alberto Fujimori.

Y en muchos aspectos, el fujimorismo, como clima y nube tóxica, sigue siendo protagónico.

El primer síntoma de esa supervivencia es que en el Perú actual ha crecido aún más la legión de ciudadanos que piensan que el robo es inevitable y que la coima tiene mucho de natural.

Esto no es anomia. La anomia es la prescindencia distante de leyes y de normas sociales.

Lo que pasa en el Perú actual es mucho más profundo y escabroso. Aquí se aprecia, se estima, se alienta la corrupción.

Un corrupto exitoso en el Perú –y sobre todo en Lima, el epicentro de este cáncer- es alguien a quien muchos admiran. Mezcla de machismo, ignorancia, arribismo y propensión a tomar todos los atajos que se presenten, esta cultura de la corrupción, esta autorización tácita para que los encumbrados violen la ley o se hagan de fortunas vertiginosas, ha logrado arrinconar a la virtud y encumbrar a la fechoría llamándola “pragmatismo” y aun normalidad o destino.

Es cierto que en Chile o en Ecuador –o en Colombia y Brasil, para no hablar de los Estados Unidos- la corrupción asoma su pezuña de vez en cuando.

Pero, por lo general, cuando un escándalo de este tipo estalla en esos países hay un cierto revuelo, una sanción social, una intervención muchas veces enérgica de jueces y fiscales.

En pocos países la corrupción se premia o se celebra. Mi país, tocado por una infección de la que ya hablaba hace un siglo González Prada, ha desmantelado, gracias a García, el sistema que permitió encarcelar a algunos malandrines.

Es cierto que hubo un paréntesis de luz en todo este proceso. Y ese tramo soleado tuvo un nombre: Valentín Paniagua.

Pero recordemos qué pasó después. Después llegaron Toledo y PPK a “restaurar el orden”. Entonces supimos que había una delgada línea roja que unía al hotel “Melody” con la fuga de Schutz, a Maiman con el lobismo aventajado de los amigotes de Toledo.

El fujimorismo había vuelto. Pero este era más letal.

Porque a Fujimori lo enfrentamos quienes estamos convencidos de que la democracia es irremplazable. Y entonces fue la batalla entre el despotismo sin ilustración de Fujimori y los valores de la democracia.

Con Toledo, para nuestra desgracia, se desacreditó la democracia. El mecanismo de regeneración del Perú se atascó en los negocios de las licitaciones y las concesiones. La transición se volvió intransitiva y murió con Paniagua.

No necesito abundar en detalles respecto de lo que ha significado el retorno de García.

Ese retorno ha sido la confirmación plena de que en el Perú la tendencia mayoritaria es considerar el bandidaje político como un asunto menor.

No digo que el señor Humala hubiese hecho un buen gobierno –en realidad, con la maleza que arrastró al parlamento habría hecho un gobierno espantoso y anarquizante-. Lo que digo es que tuvimos la oportunidad de elegir a Lourdes Flores, una mujer de centro y hasta ese momento sin tacha alguna, y la desperdiciamos. Optamos por “el mal menor”.

El costo de esa opción ha sido enorme. Nunca sabremos cabalmente de qué tamaño es el actual saqueo del presupuesto nacional y de qué modo la podredumbre ha cundido, de arriba a abajo, desde la cabeza malograda a la circulación periférica, en los ministerios, los municipios, los gobiernos regionales, las instituciones.

Un problema mayor es que la corrupción que padecemos es incompatible con el capitalismo y el mercado. La corrupción no sólo roba sino que desalienta a la honestidad y destruye la meritocracia.

Si para ganar una licitación es mejor ser amigo que ser mejor y si algunas decisiones sobre gasto e inversión pasan por ciertas covachas del compadrismo porteño, ¿de qué liberalismo hablamos?

El capitalismo creador que cambió al mundo no se hizo con lodo sino con trabajo y con valores.

Un maremoto mundial lo ha cambiado casi todo. Lo que hacía Henry Ford ahora lo hacen gansters de la banca.

Pero volviendo a lo nuestro: si el Apra es ese padre que devora a sus hijos, si la oposición es ese silencio, si la prensa del entretenimiento ha derrotado a la prensa seria, si los partidos deambulan en busca de un líder perdido, entonces nadie debería sorprenderse ante lo que está sucediendo: Bayly propone terminar de vender el país y, al mismo tiempo, plantea una revolución. Esa revolución, sin embargo, se detiene en el matrimonio gay, o en el concordato con Roma. Quietismo en lo económico –para que acabemos de cerrar lo poco de industria que nos queda- y audacias de segunda para el cojudeo. Buena fórmula. Malos tiempos.





Carlincaturas y un aporte de Heduardo


jueves, 4 de febrero de 2010


Magaly Solier y el Oscar


UNA CHICA QUE NO SE ASUSTA
Allillanchu, señor Óscar

El Comercio
Por Fernando Vivas

Jueves 4 de Febrero del 2010
MAGALY SOLIER recibió el martes pasado la noticia de la nominación de “La teta asustada” en su chacra de Huanta. Esa escena pastoral, producida por su determinación de joven y orgullosa ayacuchana, es tan elocuente como la película

He sido noqueado, una vez más, por Magaly Solier. Y estoy encantado. Creí que ya me había vuelto inmune a sus hoyuelos, a sus alegres y agrestes salidas por la tangente cuando le preguntan si está enamorada, a sus ojazos demasiado intensos para esa belleza lánguida que se enciende ante la cámara, a su piel tiznada por todas las grisuras que asociamos a la sierra y a la pobreza del campo, a su letanía musical, citaray, citaray, citaray. Hasta temí, luego de verla en la película “Altiplano”, del belga Peter Brosens, que se convirtiera en cliché de exportación: virgencita cantora de los Andes, hechizada por los traumas de su cultura atávica y del pasado violento, esperando que un forastero venga con un conjuro para convertirla en sofisticada beldad metropolitana.

Pues Magaly me despertó de esa pesadilla y me volvió a conquistar con su última puesta en escena, que no se la debe a Claudia Llosa sino a sí misma: se fue a su chacrita ayacuchana a esperar las nominaciones al Óscar. Si parece una fábula contemporánea: una chica de Avatar deja su refugio pastoral para pisar la alfombrar roja. Cuando sonó su celular y habló con RPP, estaba trabajando en medio del maizal, a pocos minutos de Huanta, la tierra donde, en 1969, otros jóvenes rebeldes como ella protestaron contra un decreto que les quitaría la educación gratuita si desaprobaban por lo menos un curso. Fue una rebelión airada pero desarmada, seguida de una masacre estudiantil que atizó un odio que unos años después alimentó la violencia demencial de Sendero Luminoso.

Pero Magaly es una hija pacífica de esa violencia histórica, una chica que venció el miedo a su libertad, una criatura tan bien plantada en la tierra, con arado, que cuando le llegó el cambio de fortuna decidió no cambiar en esencia. Ese es el principio fundamental de los que de veras la hacen, mantener sus buenas raíces y desechar las malas. Reclamar por ellas luz, agua, hasta una universidad para Huanta y no un departamentito, como Kina Malpartida.

EL CANDOR Y LA FURIA

No se confundan. El candor de sus respuestas puede ser protocolar. Existe en Magaly una furia sublimada en la actuación y el canto, y apuesto que sin ella Claudia no la hacía en la Berlinale ni llegaba al Óscar, pero la ira también puede aparecer, desnuda, cuando la miras fijamente y oyes su canto de sirena en seco, destilando improperios contra los machistas que abusan de la mujer. En su página web, he encontrado algunos exabruptos feministas que Magaly explica, en pasajes más serenos, se deben al recuerdo de experiencias de amigas suyas abusadas por viejos mañosos y profesores chantajistas.

Entre el candor y la furia, hay una mujer práctica que no está sola (aunque suele evadir el tema, el año pasado presentó a su enamorado Claudino, de 39 años, que trabajó en la producción de sus películas), adaptada igual para el trabajo agrícola que para los festivales y rodajes exigentes. Guarda celosamente los detalles de su próximo proyecto, y está a la espera del estreno de “Amador”, de Fernando León de Aranoa, uno de los mejores cineastas españoles, que la quiso como protagonista de la historia de una joven que cuida a un viejo postrado en cama.

La práctica Magaly también está adaptada para esquivar a la prensa y, cuando ya no puede huir, tiene siempre una respuesta. Deja fluir los sentimientos que quiere compartir —le salieron unas lágrimas cuando habló de los desastres provocados por las lluvias—, pero no suelta sus secretos profesionales.

Magaly, aunque a veces posa para la nota cándida y dice no entender el mundo de flashes y reflectores en el que se ha metido, sabe lo que pesan un Oso de Oro y un Óscar. Por sus respuestas en la atropellada conferencia de prensa que armó en Huanta, podemos presumir que el domingo 7 de marzo no quiere estar en su chacra sino en Hollywood y ya está pensando en qué vestido llevará. Tiene que estar muy linda porque todos los peruanos la vamos a acompañar.

EL DEENEI
NOMBRE Magaly Solier Romero
OCUPACIÓN Actriz y cantante
EDAD 23 años

martes, 2 de febrero de 2010


Magaly Solier se emociona por nominación al Oscar y pide universidad para Huanta



Entrevista de Jonathan Castro de La Mula

lunes, 1 de febrero de 2010


Tomás Eloy Martínez: Entre la crónica y la invención de la historia


Tomas Eloy Martinez (1934 - 2010)


Falleció anoche, a los 75 años, como consecuencia de un cáncer. El escritor tucumano fue testigo inmediato de años turbulentos y develó la raíz más latinoamericana de la política argentina con La novela de Perón. Sus obras de no ficción modernizaron el periodismo.

Revista Ñ de Argentina
Por: Ariel Dorfman

Fue en diciembre de 1973, en la redacción del diario La Opinión, que me encontré por primera vez con Tomás Eloy Martínez, aunque la verdad es que ya nos habíamos leído y puede aventurarse que éramos de alguna manera amigos, con esa fidelidad lejana y feroz que suelen exhibir los lectores hacia un autor admirado. Eran tiempos nefastos. Yo había llegado la noche anterior de un Chile que le había prometido al mundo la revolución de Salvador Allende y nos había dado, en cambio, la asonada de Pinochet. Creo que se me notaban en el rostro y en los hombros las muchas y recientes muertes que cargaba­ un aire fantasmagórico que me iba rondando y que Tomás no tardaría en discernir, él que era tan familiar con la muerte, de la que había sabido, hasta anoche, milagrosamente librarse.

Venía a conversar con Jacobo Timerman y cobrar un premio literario, pero también a juntarme con Osvaldo Soriano; y Soriano estaba conversando animadamente con Tomás, y ahí comenzó todo, así eran las cosas en esa época. Todos los que trabajaban en torno a la cultura en la Argentina formaban parte de una especie de colmena abigarrada de relaciones y sueños, se conocían entre sí e insistían en abrir puertas y ventanas. Eduardo Galeano me dijo que tenía que aproximarme a Rodolfo Walsh, Walsh me introdujo a Paco Urondo y me acuerdo de una noche infinita en que Augusto Roa Bastos me escribió largas y minuciosas listas con sus contactos, incluyendo a Graham Greene y Tomás, que bueno, fue el más expansivo y accesible. Me ofreció desde ese primer día que colaborara en el suplemento cultural que dirigía en La Opinión y también la publicación de un cuento en la revista Primera Plana. Hallé en él una generosidad que nunca cesó hasta el día de su muerte. Me armaba reuniones en su casa con corresponsales holandeses, curas revolucionarios y Montoneros esquivos, siempre bien regadas con vino y pasta y carnes, si bien él prefería el café como su oficina.

Aunque era la urgencia del momento político lo que nos unía en esas conspiraciones ­llegaban noticias de más represión en Chile y cada día era más inquietante la evolución del Argentina en que Perón, en su última presidencia, viraba drásticamente a la derecha­, se infiltró la literatura en las conversaciones, en especial la extraña relación que guarda la ficción con la realidad en nuestra América Latina, la fluida tensión entre lo testimonial/periodístico/histórico y la forma en que la imaginación está obligada a tejer un escenario paralelo. Me dio a leer en manuscrito La Pasión según Trelew. Me pareció una novela más que reportaje y él me confió que la gran novela argentina tendría que construirse en torno al enigma de Perón. Tenía, me dijo, un proyecto para armar algo sobre él y tal vez sobre Evita y ahí supe de las memorias que Perón le había dictado en Madrid. Como tantas veces que Tomás contaba algo (y vaya que era narrador empedernido), no sabía yo si era cierto o no, si lo estaba inventando o había sucedido. Ya estaba especializando en confundir deliciosamente a sus interlocutores, ya iba juntando una pasión por la verdad y una compasión por los excluidos de la historia con una mirada mareante y juguetona que los críticos calificarían como postmoderna.

Lo que no era invento era el peligro que se cernía sobre la Argentina. Yo estaba desesperado por irme, veía que estaba por caer sobre Tomás y sus congéneres una masacre que haría palidecer las de Trelew y Ezeiza. Se lo dije a él y a su primera mujer, Pinky, la noche que fui a despedirme de ellos en febrero de 1974 ­unos días antes de que vi

[an error occurred while processing this directive]niera a buscarme la Triple A al departamento de mi abuela en la calle Urquiza. "Tienen que partir lo antes posible", les dije. "Los van a matar a todos." Tomás sonrió y me aseguró que me equivocaba. Algo malo se venía pero no iba a ser como Chile, él no tenía ganas ya de viajar, había tanto que hacer y construir en la Argentina, tanto que escribir.

No lo volvería a ver hasta 1978 cuando visité Caracas, donde él había buscado refugio unos anos antes.

No me acuerdo si ya estaba casado él con Susana Rotker, una venezolana con la que yo trabaría una amistad tan entrañable como la que tenía con él, pero lo cierto es que a partir de 1984, cuando se instalaron en los Estados Unidos, pudimos armar un vínculo más permanente, puesto que residimos durante tres años en las inmediaciones de Washington D.C.. Ahí leí, antes de que se publicara, la obra que me había susurrado en Buenos Aires: era La novela de Perón, y quedé deslumbrado y hasta adelanté el juicio de que iba a ser imposible que superara aquella obra maestra. "Espérate", me dijo Tomás. "Falta Evita".

En esos años de nuestra expatriación pude, por fin, devolverle la mano a Tomás, ayudarlo como me había ayudado a mí cuando me encontraba náufrago en Buenos Aires. Lo recomendé para una beca en el Wilson Center de Washington (donde comenzó a escribir Santa Evita), y le presenté a mi editor en Pantheon, Tom Engelhardt, que publicó The Perón novel en inglés.

Después, nunca más convivimos en una misma ciudad pero jamás nos perdimos de vista. Y en la medida en que cada cual alcanzó algún grado de celebridad (como en toda auténtica camaradería, aclamábamos el éxito del amigo como si fuera propio), los lazos se fortalecieron. Pasaban meses en que no nos habláramos por teléfono ni nos encontrábamos en conferencias, pero era posible saber del otro por los libros publicados y enviados y, especialmente, por las crónicas periodísticas. No compartimos, desventuradamente, tan sólo los premios, victorias y páginas de un diario, sino también. . . y no hay nada que hacer, tengo que recordar aquella madrugada cataclismática en que Daniel Divinsky me anunció que Susana Rotker había muerto en un accidente de tráfico en Nueva Jersey. Y más tarde la voz de Tomás al otro lado de la línea, desolado, más allá del dolor, y sin embargo contándome todo como si fuera una película, como si no pudiera, aún en los momentos de mayor devastación, dejar de narrar y supiera que sólo relatar esa historia alucinante podía salvarlo de la locura.

Con eso me quiero quedar. Con su empecinada exigencia de doblegar la realidad y construir delirios y engañar el destino precario, el suyo y el de su país y el de su continente. Contra y adentro del lugar común que es la muerte. Con eso me quiero quedar, con eso vamos a quedarnos todos. Con su certeza de que si algo no se cuenta no perdura, no vale la pena que exista.
 
PD. El gran Tomás Eloy Martínez tuvo una vida muy suculenta en alegrías y logros, pero también plagada de baches y sufrimientos. Una de sus peores tragedias fue el presenciar la muerte por atropello de su esposa y compañera en el condado de New Brunswick (New Jersey) EE.UU. En esa acojedora y apacible urbe, habitada por muchos judios y ardillas, don Tomás desarrolló sus mejores obras litearias y artículos sobre la realidad de nuestros pueblos y pasó sus últimos años de vida hasta que el ineludible destino incubó en él el temido cáncer que lo arrancó de este mundo
 
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